domingo, 24 de agosto de 2014

1ª EXCURSIÓN Muntanyes de la Guerra. 14 de septiembre

El próximo 14 de SEPTIEMBRE, y colaborando con Asociación Sierra de Espadán, tendrá lugar una visita-conferencia al Castillo de Castro, en Alfondeguilla, contando con nuestro compañero Carlos Mallench como conferenciante durante la ruta.

Los datos sobre esta ruta los podéis encontrar en este enlace: 


La dificultad del recorrido será MEDIA-ALTA, con un recorrido aproximado de 11km.

La fecha límite de inscripción será el 12 de septiembre.

Esperamos os animéis y nos acompañéis en esta visita-conferencia organizada por nuestros amigos de la Asociación Sierra de Espadán.


miércoles, 20 de agosto de 2014

UNA MONJA CAPITÁN GENERAL

Sor Martina Vázquez
Yo era un niño de seis o siete años y lo recuerdo vagamente. No sabría decir el motivo pero, cada vez que pasábamos por allí, mis padres solían parar en la cuneta y al pie de la pequeña cruz rezaban una breve oración por sor Martina, para continuar enseguida el viaje. Junto a la carretera de Vall de Uxó a Segorbe ha estado siempre, era uno más de los pequeños altares conmemorativos de las víctimas de lo que durante el franquismo se denominaron los “crímenes del periodo marxista”.
Monolito Conmemorativo de Sor Martina Vázquez
En aquel entonces, durante los sesenta, a pesar de haber pasado más de un cuarto de siglo, los excesos cometidos por las hordas durante aquella “dominación roja” continuaban estando muy presentes. Los lugares donde fueron asesinados los mártires, destilaban un halo especial de veneración para toda una generación que había mamado la exaltación del sacrificio de los caídos durante la “Cruzada”, holocausto debidamente avivado por el nacional-catolicismo. Como se ve, no faltaban epítetos para detallar aquellas masacres y condenar a los criminales que las llevaron a cabo. 

Lo que no sospechábamos, ni seguramente supieron tampoco sus verdugos, era la personalidad de la religiosa allí asesinada, una monja que fue nada menos que Capitán General.

 
Su nombre civil era el de Martina Vázquez Gordo y había nacido en Cuéllar (Segovia) en 1865. Digamos que su nombre entra en la historia del Ejército Español a raíz del desastre de Annual, en 1921. En aquel entonces, ante la magnitud del triste episodio en el que murieron diez mil españoles y el repunte de los acontecimientos bélicos en la aventura colonial,  se hizo perentoria la necesidad de enfermeras y sanitarias para asistir a los soldados heridos en la guerra de África. Allí fue enviada sor Martina como responsable de 42 Hijas de la Caridad para hacerse cargo de los centros sanitarios militares en Melilla.

 
 Ante la ausencia de medios materiales, viendo el más que lamentable estado de las cosas, con soldados que fallecían durante el transporte o la falta de espacio donde asistirlos, sor Martina tuvo que bregar contra todas las dificultades que desde las altas instancias se le presentaban. Con los barracones Docker del Hospital Militar de Melilla completamente repletos de heridos, la religiosa solicitó  la cesión del casino de oficiales para disponer de más espacio. El hecho es que a la oficialidad no debió gustarle la continua intromisión de aquella monja en “sus asuntos”.
Ni corta ni perezosa sor Martina se puso en contacto con el Ministro de la Guerra, a la sazón don Juan de la Cierva y Peñafiel, exponiéndole las trabas que en el ejercicio de su labor se topaba continuamente con aquella caterva de gerifaltes, mientras los soldados españoles se desangraban.
Ante este estado de cosas el Ministro nombró a la monja Capitán General a través de un telegrama.  A los militares no les cupo más remedio que obedecer sus órdenes y sor Martina continuó, ahora sin trabas, con la organización de los hospitales militares en la guerra del Riff.

 
En el siguiente episodio sor Martina se nos aparece ya en Segorbe, donde ejerció muchos años. La guerra civil acaba de comenzar y aquella monja que había sido Capitán General contaba ya con 71 años. En la capital del Alto Palancia fue nombrada Superiora del Hospital. A la altura del mes de octubre de 1936 la vorágine revolucionaria no había menguado y las persecuciones religiosas y los asesinatos seguían produciéndose en uno y otro lado. De esta manera, el día 4 de aquel mes, ya anochecido, tres hombres: Pedro López Sánchez, Manuel Fenollosa Medina (Marchén), y Emilio Pérez Montoro (el Escobero) fueron a buscarla con la excusa de conducirla a declarar al Gobierno Civil de Castellón. En la calle esperaba el coche junto con el conductor y otro hombre más, Manuel Chagoyen López (Navarro). Apenas arrancado, el automóvil quedó averiado por lo que el grupo detuvo a otro conductor que por allí transitaba, siendo obligado a punta de pistola a realizar el funesto transporte.
Seguramente, los detalles de lo que sucedió a partir de aquí mezclen trazos de dramática realidad con la mencionada exaltación con la que se trató el suplicio de sus mártires durante todo el periodo franquista. El caso es que la historia cuenta que sor Martina, sabedora de su fatal destino, pidió a sus ejecutores que lo que tuvieran que hacer lo hicieran allí mismo sin necesidad de ir más lejos. El coche había llegado al desvió en el que la carretera tomaba la dirección hacia Algar-Vall de Uxó-Castellón.
Tras descender el grupo, sobre la misma cuneta, los milicianos le ordenaron que se diera la vuelta. Sor Martina se negó y, tras perdonarles por lo que iban a hacer, el tal Marchen le descerrajó un disparo de escopeta en plena cara. Todavía con vida, yaciendo en el suelo entre quejidos de dolor, fue rematada con otra descarga en el vientre.
Se dice que, de muchachos, sus verdugos habían sido alimentados por ella en el Comedor de la Caridad que las hermanas tutelaban en la ciudad segorbina.
Al día siguiente su cadáver fue descubierto por un vecino de Algar que lo recogió y trasladó con el carro hasta el pueblo, donde fue enterrada. Al finalizar la guerra sus restos fueron llevados a Segorbe, y en 1959 viajaron de nuevo hasta su pueblo natal de Cuéllar.
Sus asesinos fueron detenidos y ejecutados en la inmediata posguerra.
Sor Martina Vázquez Gordo, la monja que fue Capitán General, fue beatificada en 2013.
Muchos restos de las víctimas de aquel odio exacerbado también esperan hoy su recuperación, su reconocimiento y su dignificación.